Con el nacimiento del siglo se pueden observar en la capital andaluza dos formas bien diferenciadas de sentir la creación pictórica. Por un lado, los partidarios de la visión idealista en las creaciones, que filtrados por el manierismo de sus concepciones representan la conexión con el mundo pictórico tradicional de la ciudad. Por otro lado, se empezarán a encontrar las primeras manifestaciones de un claro corte naturalista. Entre los seguidores de la primera corriente se debe situar a Francisco Pacheco, el maestro de Velázquez, mientras que en la segunda, la figura más destacada será la de Juan de las Roelas. El resto de los pintores evolucionarán de una a otra incorporándose de esa forma en la corriente naturalista que acabaría por imponerse. Habia quedado atrás el momento manierista, aunque se continuase con la admiración de obras como "La Gamba" de personajes como Luis de Vargas, o "El descendimiento" de Pedro de Campaña. La segunda mitad del siglo XVI se considera tradicionalmente como la generación de la transición en la que se pueden encontrar artistas de la talla del cordobés Pablo de Céspedes, los ya citados Roelas y Pacheco o Francisco de Herrera con quien tradicionalmente se cree inició Velázquez su andadura artística. Así pues partiendo de estos maestros se fue consolidando el genio del artista a quien poco después seguirán los consolidadores de la pintura sevillana del siglo XVII, Zurbarán, Murillo y Valdés Leal.