Los primeros años de Diego Velázquez transcurrieron en las calles que circundaban la iglesia de San Pedro, barrio en el que sus padres tenían una casa en la calle de la Gorgoja, donde el pintor había nacido. Se puede imaginar al niño recorriendo en sus juegos los barrios cercanos, llenos de iglesias y palacios, que desputaban por sus dimensiones del tejido urbano sevillano, caso de Santa Catalina o San Marcos. La fisonomía urbana estaba conformada por la herencia árabe de los adarves y de las pequeñas plazas, así como por las transformaciones de las mezquitas en iglesias o en las murallas que rodeaban la ciudad. No en vano, este barrio era conocido como morería, y concentraba una buena parte de las tabernas y mesones de la ciudad. Espacio de huertas y conventos, como los de Santa Isabel, Santa Paula o Santa Inés, que encerraban importantes obras de arte.