Pese a ser un convento de clausura de clarisas franciscanas, las obras custodiadas en su iglesia presentan un notable interés en relación con el mundo del joven Velázquez. El monasterio de estilo gótico mudéjar vio como se iniciaba su construcción en la segunda mitad del siglo XIV. Para ello se usaron unas antiguas casas de Doña María Coronel, la fundadora del convento.
Pese a su antigüedad, en el monasterio se llevaron a cabo numerosas reformas que hacen posible intuir como el joven artista debió estar al corriente de las obras que en éste se llevaban a cabo durante el primer tercio del siglo XVII. A este momento pertenece la puerta de ingreso al templo situada en el pequeño compás del monasterio. En estas modificaciones intervino notablemente Francisco de Herrera "el viejo", quien se hizo cargo de las yeserías que decoran la iglesia y el coro y las pinturas que se desarrollan en el presbiterio y en el coro, que fueron recientemente restauradas.
Los elementos que hoy decoran la iglesia son en su gran mayoría posteriores al primer tercio del XVII, aunque algunos como las imágenes de su titular, realizada en 1630 por Francisco de Ocampo o las atribuidas a Juan de Remesal si que pudieron ser en algún momento visionadas por el artista.
Sin embargo, en la iglesia si que debieron existir algunos elementos ornamentales ya en ese periodo como lo demuestran las tablas flamencas de principios del siglo XVI existentes en el retablo de la cabecera de la nave de la epístola, las tablas situadas en el retablo más cercano al coro en esta misma nave y sobre todo la interesante imagen de San Blás realizada por uno de los máximos artífices de la escultura barroca andaluza Juan de Mesa, quien habría de concluirla en 1617. Otros objetos debieron llamar la atención de Velázquez por su interés entre ellos se debe incluir sin lugar a dudas la magnífica Arca del Jueves Santo realizada en ébano y plata, que fue donada en 1600 por la fundadora del convento.