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La actuación de Alejandro de la Sota en Esquivel evidencia el papel jugado por los poblados de colonización agrícola, inicialmente planificados desde la Dirección General de Regiones Devastadas y posteriormente desde el Instituto Nacional de Colonización, en la formación de la primera generación de arquitectos españoles que se adscribió sin ambigüedades a los presupuestos del Movimiento Moderno europeo.
Esquivel cuenta con 161 viviendas unifamiliares que se disponen sobre una planta en abanico donde se alterna una serie de vías concéntricas con otras de carácter radiales. Sota, al igual que Fernández del Amo, reconcilia en la forma urbana y en la arquitectura del poblado, tradiciones populares y mediterráneas con discursos claramente modernos. En este sentido, se produce un gran contraste entre el viario de Esquivel, que reproduce imágenes inspiradas en los pueblos andaluces, con la ubicación en un espacio exterior a la trama, si bien en el acceso principal a la misma, de los dos edificios comunitarios, la iglesia y el centro administrativo. Sota evita así reproducir la plaza central tradicional, sin por ello negar la existencia de un centro funcional y simbólico en el poblado.
En cuanto a las viviendas, el arquitecto retoma la tipología rural de la casa con patio de servicio trasero. Existen seis tipos de viviendas, con una o dos plantas de altura según el número de dormitorios. Para definir el vocabulario arquitectónico Sota vuelve a emplear la estrategia de tamizar elementos lingüísticos procedentes de la arquitectura popular andaluza, a travás de las pautas simplificadoras y de lógica constructiva que caracterizan a la modernidad. Así, los balcones, soportales, muros, puertas, ventanas, enrejados y cubiertas de teja, adquieren una nueva impronta, y se multiplican esparciándose por el poblado hasta generar un universo formalmente integrado, muy coherente, y de evidentes valores plásticos.