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Conscientemente permeable a la corrientes europeas más progresistas de las primeras décadas del siglo, Fernández Shaw hace gala en este proyecto, una de sus primeras obras, de una simbiosis formal y conceptual entre expresionismo y racionalismo ya señalada un par de años atras en la gasolinera de Porto Pi. Predomina aquí la vertiente expresiva de la obra, definida por un empleo masivo y potente del material, que subraya, mediante una lectura dramática y directa de la función a la que obedece, claras connotaciones monumentales referidas al dominio del hombre sobre lo natural. Rotundidad que se matiza en las ondulantes formas que rompen su basamento, en un elocuente simil de la recuperación de la libertad de las aguas contenidas.