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El conjunto se articula mediante dos edificaciones en L que organizan todo el espacio interior, abriendo éste hacia los accesos rodados. A pesar de esta simplicidad conceptual, la planta presenta una gran riqueza geométrica, con un sutil juego de rectas y curvas que acentúa el recorrido de ondulantes circulaciones.
El lenguaje exterior utilizado es de un estimable rigor compositivo, con un interesante juego volumétrico y con una acertada combinación de materiales que se acentúa con la composición de los huecos, que pasa, según las fachadas y los usos, de lo horizontal a lo vertical, produciéndose una interesante mezcla del lenguaje racionalista más ortodoxo con el tardomoderno de los sesenta.
El edificio ha sido salvado de su derribo en fecha reciente gracias a la gestión de las diferentes administraciones públicas.