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Originalmente, el edificio conformaba una manzana de grandes dimensiones situada en la zona del ensanche de la ciudad. Tipológicamente combinaba la estructura de manzana cerrada sobre un patio interior rectangular muy estrecho y alargado, con la de patios abiertos a fachada en el flanco sur del solar. La distribución de las viviendas es bastante convencional, basada en una doble crujía de habitaciones orientadas tanto a fachada como al patio interior.
En el exterior, González Edo consigue ejecutar una de sus propuestas más depuradas, superando la inflación decorativa que caracterizaba las fachadas de su edificio en la Plaza del Carbón. En el "Desfile del Amor", éstas constan de una única textura y color, el enfoscado pintado en ocre. También se han matizado los violentos retranqueos de planos, ahora reducidos a mínimos gestos en las esquinas, y los desatados juegos volumétricos, centrados en este caso en una serie de prismas de base rectangular y semihexagonal que vuelan levemente sobre el plano de fachada. Unas molduras horizontales recorren y unifican todos estos gestos dotando al discurso arquitectónico de una gran coherencia visual. A resaltar la marcada silueta expresionista que presentan los "bow windows" de la fachada sur del edificio.