Como la mayoría de los edificios históricos el monasterio de Madre de Dios es el producto de las diferentes intervenciones producidas en él a través de la historia. Ubicado casi en el centro histórico de la ciudad ocupa una amplia manzana con fachadas a las cuatro calles que lo rodean. Su estructura arquitectónica responde a las necesidades religiosas habituales, Iglesia, coro, sacristía, claustro, celdas e incluso un pequeño jardín.
Muy interesante es la portada principal del convento, que realizada en las décadas iniciales del siglo XVII da acceso al torno y puerta reglar. Al siglo XVIII pertenecen los azulejos que ornan el torno, siendo también del mismo momento la puerta reglar.
Singular importancia presenta también el patio de Santo Domingo del siglo XVII y el importante claustro principal que se puede datar en el primer tercio del siglo XVII. Para completar el recorrido monumental se deben citar el refectorio y el mirador, ambos realizados durante el siglo XVIII.
Muy interesante resulta su iglesia, en la que una serie de bienes la hacen destacar sobremanera.
Al margen de su importancia arquitectónica las obras artísticas y muebles que ornan todo el monasterio son de notable interés. Entre ellos, merece ser destacada la sillería del coro bajo, realizada en caoba y madera de cedro.
No obstante no todas corrieron la misma suerte pues muchas son las obras custodiadas en el Monasterio de Madre de Dios. Entre ellas se pueden citar las pequeñas esculturas del Niño Jesús, un Ecce-Homo de Terracota o una Inmaculada Concepción de escuela sevillana, pero por su importancia para la comunidad merece ser destacado el Lienzo conocido como la "Virgen del Sudor". De esta obra, datable en el siglo XVII, se halla un expediente en el archivo del monasterio en el que se narra "del prodigioso milagro que obró Nuestra Señora sudando su rostro en la pintura de un lienzo el día 25 de enero de 1681".