En la marinera ciudad de Sanlúcar de Barrameda el bullicio de su ambiente veraniego contrasta con la sobria tranquilidad que se respira en los claustros y celdas de sus conventos de clausura. Tres son los que han llegado hasta nuestros días manteniendo viva la fe a través de la oración y la penitencia. Como en la mayoría de los monasterios sus fundaciones se consiguieron por la perseverancia y el deseo de devotos fundadores. En el sanluqueño de Madre de Dios la idea se hizo realidad a través de la asociación de una comunidad de mujeres, que en los primeros momentos no adoptaron la vida de clausura. Sus orígenes fundacionales hay que buscarlos en 1480 cuando los duques de Medina Sidonia deseosos de tener en sus tierras a los seguidores de Santo Domingo de Guzmán deciden hacer todo lo humanamente posible para conseguir que en su ciudad se establecieran los hermanas y hermanos Predicadores.
Doña Leonor de Ribera hija del poderoso Per Afán de Ribera y esposa de don Enrique, el duque Adelantado de Andalucía, creará primero el ya citado beaterio, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación. En estas condiciones se mantendría la comunidad hasta que en 1505 asará a ser un monasterio en toda regla, con la clausura y los tradicionales votos de la orden Desde el primer momento, como ya se dijo, estuvo vinculado al ducado de Medina Sidonia, el cual asumió su patronato con continuas y cuantiosas dádivas. La principal donación la realizará doña Leonor comprando de su propio caudal a Ruy García e Isabel García, su mujer "unas casas propias de su morada con su corral y juego de pelota contiguo, situadas en el arrabal de la mar de esta villa, por escritura ante Diego de Almonte, escribano público, en 18 de marzo de 1480". Su hijo, don Juan de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, fue quien convirtió el beaterio en convento, consiguiendo una bula del Papa Julio II en 11 de mayo de 1505. Es en este momento cuando se inician las principales obras en el convento, con la dotación de 30.000 maravedís que éste otorgó se pudo cerrar el claustro. Sin embargo, no serán los únicos bienhechores del convento pues la Condesa de Niebla, doña Leonor Manrique de Soto Mayor y Zúñiga, será quien desde 1575 en que se retiró al convento con su nieta Leonor de Guzmán acabarían configurando el monasterio en su forma definitiva. De este momento son la fábrica del coro y de la bóveda de la iglesia, además de la construcción, para su uso, de una hermosa habitación en la que habrían de residir hasta su muerte. Son los momentos de esplendor del Monasterio de Madre de Dios llegando a tener ochenta y cuatro hermanas en 1649.