El nuevo convento de clarisas en El Puerto responde a las formas impuestas en las construcciones de los años setenta. Un atrio realizado con pilares de ladrillos rojos da entrada en su frente al locutorio y puerta reglar, mientras que a su izquierda queda la puerta de la capilla, que se refleja al exterior por su esbelto campanario. La planta de esta es casi cuadrangular achaflanándose en su presbiterio, que se realza por un par de gradas. La colocación del altar, en ángulo, ha sido estudiada para facilitar el seguimiento de la eucaristía, tanto a las religiosas desde el coro, que ocupa la zona de la cabecera del muro de la epístola, como a los fieles, que ocupan en resto de la nave de la iglesia. El coro se ha cerrado con una simple pero elevada reja, que se prolonga desde su pedestal hasta la techumbre.
Sin embargo, en su modestia merecen destacarse varias de las piezas que adornan los muros de la capilla. Presidiendo el altar se halla el Cristo del Amor, del que se tienen noticias desde la primera mitad del siglo XVIII.
A su izquierda, sobre un pequeño pedestal, se encuentra la imagen de la Virgen del Pilar realizada a mediados del siglo XVIII. Esta estuvo primitivamente situada en el altar donado por don Juan Barrende Yrigoyen en la iglesia del antiguo convento. Más interesante es la imagen de San José, situada a la derecha del crucificado y también realizada en los primeros años del siglo XVIII.
Muy interesante es también la imagen titular del Convento. San Miguel, representado en tamaño mayor que el natural, ocupó la hornacina central del retablo mayor en la primitiva iglesia. Completando la decoración de la nueva capilla destaca el gran cuadro situado a los pies de esta, sobre la puerta de ingreso. Este lienzo de casi cuatro metros de ancho por dos de alto representa a Cristo asistido por los ángeles.
Existen en la iglesia otra serie de obras de menor valor entre las que se pueden señalar los lienzos de Santa Clara, Santo Domingo, y San Ignacio que junto al de Santa Teresa, este último firmado en 1876 por A. Gómez, completan la serie de fundadores de órdenes religiosas.
Dispersos por las diversas dependencias del convento se hallan varias pinturas de desigual calidad entre las que se deben mencionar La aparición de la Virgen a Santo Domingo, copia realizada a mediados del XVII, del original de Simone Cantarini o la Virgen de Guadalupe de mediado el siglo XVIII y escuela mexicana. Especial mención merece el pintor Bernardo Pelufo de quien el convento posee varias obras que acompañan a la ya citada de las fundadoras ante la Virgen de los Milagros. Entre estos se encuentran el también firmado por él, representando el Lavatorio de pies e incluso el de la Ultima Cena que sin estar signado permite, por sus similitudes, ser atribuido a su pincel, junto con otros que precisan de un análisis más pormenorizado para confirmar tal suposición. Para concluir se debe observar el retrato de uno de sus bienhechores el arzobispo sevillano Luis de Salcedo y Azcona, lienzo situado en el actual locutorio del convento.