El convento está enclavado en el centro de la ciudad. Su presencia exterior viene determinada por el volumen escalonado de la fachada y de la torre que dominan un lateral de la plaza de Jesús Nazareno. La fachada a la calle Larga, en cambio, es de gran simplicidad con tres plantas articuladas por vanos. De la parte exterior, tres son quizás los elementos a destacar. En primer lugar la solidez de la torre campanario. Una estructura formada por tres cuerpos cúbicos rematados por un campanario con vanos de medio punto flanqueados por pilastras en sus cuatro frentes. La pequeña capilla exterior y desde luego la gran portada lateral de la iglesia.
La comunicación con el convento se hace a través del torno cuya puerta da a la calle Larga. La estancia en la que se encuentra también da acceso a los locutorios y a la puerta reglar. En la misma calle, un poco más abajo otra puerta permite el acceso al obrador, donde las hermanas realizan su trabajo diario.
Traspasar la puerta de la clausura da paso al patio que se establece como centro de distribución del inmueble y al que van a dar todas las dependencias del mismo. Tiene planta rectangular y está compuesto por cuatro galerías formadas por tres arcos de medio punto sobre columnas toscanas, que en los ángulos se convierten en pilares con medias columnas adosadas. Sobre la galería se elevan dos plantas abiertas con balcones, situándose en el centro del patio un brocal de pozo. Este lugar formado por el espacio abierto del patio y el cubierto de las galerías queda bastante indiferenciado, debido a un nuevo embaldosado que se extiende por todo el ámbito. En la planta baja se encuentran las dependencias comunes. Cruzando el patio se accede al antecoro y coro bajo, cuya reja se abre al altar mayor de la iglesia. Este espacio consta del mobiliario adecuado a su uso, esto es, sillería y facistol, así como diversos lienzos y esculturas que hacen referencia a motivos iconográficos de la Orden: San Agustín, Santa Mónica, la Inmaculada, etc.
Alrededor del patio, como ya se ha citado, se van a distribuir el resto de las dependencias, como la zona que da a los locutorios, la cocina, el refectorio, y sacristía interior que comunica con la de la iglesia. El cementerio del convento anteriormente se encontraba en la cripta, a la cual se accedía por el antecoro, pero dejó de utilizarse al construirse el nuevo en el jardín. En el lateral izquierdo se sitúa la escalera que va a los pisos superiores. Son éstas, piezas de gran belleza en la traza de los conventos. La escalera claustral, como elemento de conexión y tránsito, resulta un espacio, generalmente concentrado, formado por tramos y rellanos en cuyas paredes se ubican lienzos con referencias iconográficas de diversa índole. En este caso aparece una hornacina con la Virgen del Carmen, un lienzo de la Virgen de Guadalupe y otro del Nazareno, mostrando además un espléndido pasamanos de madera. Desde ella se llega al coro alto. Esta estancia de planta rectangular, está formada por dos tramos y se abre con una celosía de madera a los pies de la iglesia. En su interior se sitúa una sillería y está presidido por una hornacina con la imagen de la Inmaculada. Sobre sus muros se sitúan lienzos referidos a San Agustín, San Francisco o San Nicolás de Tolentino.
La Sala Capitular, en la que se encuentra un espléndido belén compuesto de numerosas piezas, se ubica en la primera planta, junto a la sala de recreación y las celdas de las hermanas. El noviciado se encuentra situado en el segundo piso. Una de las dependencias de mayor relevancia en el conjunto conventual es la iglesia.
El convento de Jesús Nazareno está habitado en la actualidad por ocho hermanas, celosas protectoras de su retiro espiritual. Su tiempo se dedica a la oración marcada por el ritmo de las horas canónicas, y el trabajo vinculado a la elaboración de exquisitos productos de repostería. Entre ellos merecen destacarse las pastas de té, las sultanas y especialmente las Tortas de Almendra, una suculenta variedad que, como decían las hermanas, han probado personalidades de la talla del actual Papa y el Príncipe Felipe y que para ser degustadas y disfrutadas plenamente deben ser acompañadas de un buen vino dulce de Chiclana.