Situadas junto al desaparecido Monasterio de Nuestra Señora del Valle, en la ribera del Genil y unido al azud que corta el cauce del río, se encuentran las ruinas de este molino harinero que empleaba la fuerza del agua que entraba por las cárcavas para mover los rodeznos horizontales que transmitían su rotación a la muela y ésta, a su vez, a la piedra de moler el grano. El agua era recanalizada a través del socaz.
Las obras se inician en 1631 y duran hasta el año siguiente, siendo su promotor Don Guillermo Bécquer, vecino de Sevilla, Juez y Contador Mayor del Almirantazgo, según reza en una inscripción sobre mármol rosáceo colocada encima de la portada principal.
A comienzos del siglo XVIII este molino era propiedad del Monasterio del Valle y llegó a contar con ocho piedras de moler, de las que se conservaba tan solo una en los años 40 del siglo XX, cuando se cierra.
En la actualidad presenta un lamentable estado de ruina, acrecentada por las periódicas crecidas del Genil. Carece de cubiertas pero aún se aprecia la solidez de la edificación, de tres naves separadas por arcos de medio punto que apean sobre columnas toscanas.