Respecto a la sacralización de espacios urbanos encontramos una serie de estructuras muy diversas, que en muchos casos y de forma general son denominadas incorrectamente Retablos Callejeros. Esta acepción, siempre teniendo en cuenta el sentido genérico del vocablo retablo, es debido a la extrapolación de las imágenes del interior de las iglesias a los muros y fachadas de edificios públicos y privados, tal vez en similitud a la ubicación de las imágenes en grandes aparatos lignarios situados por regla general en el altar mayor de los templos.
En la mayoría de los casos, los llamados retablos callejeros son nichos, hornacinas, vanos y simples molduras, donde la austeridad decorativa hace destacar la exaltación de la advocación que albergan. En cambio, en otros casos, el derroche decorativo engrandece la estructura externa del vano llegando incluso a extenderse señoreando el muro que los aloja. En ambos casos van acompañados de iluminación nocturna, siendo en un principio flanqueados por dos faroles o uno en el centro, bien con lamparitas de aceite o portadores de velas. También algunos de ellos cuentan en la parte inferior con un cepillo para recoger las limosnas de los fieles devotos, acompañándose de placas alusivas a la Inmaculada Concepción de María o a las indulgencias en el caso de que dicho retablo tuviera alguna concedida.
Desde el punto de vista compositivo hemos de tener en cuenta que existe una gran diferencia entre los retablos callejeros históricos y aquellos que se realizan a partir de la Guerra Civil, éstos últimos son estandarizados y han adquirido cánones impuestos por las fábricas de cerámicas, siendo pioneras las de Sevilla.
Para la representación de las imágenes que debían albergar los retablos callejeros históricos se utilizaron varias técnicas y materiales: lienzo pintado al óleo, pintura al fresco, esculturas de madera policromadas, esculturas de candelero, azulejos vidriados, esculturas de terrracota policromadas, esculturas de mármol y relieves.
A pesar de que algunos de los retablos callejeros han perdido su advocación, aún conservan su estructura, como el de la calle Beneficiados. En las últimas décadas se observa un continuo deterioro de los retablos callejeros históricos, algunos de los cuales ha desaparecido como el de la Virgen de la Soledad situado en la calle del Carmen, otros presentan un lamentable estado de conservación y abandono como el Nazareno de Puerta Cerrada, ubicado en un lateral de la antigua Cilla.
Otra modalidad que encontramos en el callejero ecijano son las denominadas capillas abiertas, cuya finalidad fué la de oficiar misa al aire libre a un determinado número de personas, desplazando y a la vez descongestionando el interior de las iglesias, santificando así la vía pública.
Se encuentran situadas en las puertas de la ciudad abiertas en la muralla, bien a nivel del suelo o en alto sobre un lienzo de la cerca almohade, en plazas, cruces de calles muy utilizadas por los transeúntes e incluso en el interior del edificio del desaparecido Cabildo ecijano.
Su morfología es muy variada, puede tratarse de espacios abiertos en lienzos de muralla a modo de balcón o gran ventanal, o aislada a modo de linterna hexagonal rodeada por una reja, presentando una serie de rasgos comunes, mesa de altar, objetos para la liturgia, una imagen sagrada en lienzo o talla completa, cerrándose el conjunto con una estructura arquitectónica compleja.
Por último existe otra gama de mobiliario urbano que se encuentra estrechamente unido a la religiosidad popular ecijana; nos referimos a los Triunfos y Monumentos. Respecto a los primeros fueron costeados en su totalidad por donaciones particulares, siendo erigidos en lugares estratégicos como plazas, barreras o entradas a la ciudad, mostrando en mármol la ostentación decorativa y escenográfica, así como el culto y el fervor desmedido que latía en los devotos de los patronos de la ciudad. En 1868 fue desmantelado el triunfo de San Cristóbal situado en la Plaza de los Mesones, actualmente denominada de Giles y Rubio.