Incluimos en este itinerario a la arquitectura tradicional urbana de Écija de la que, desgraciadamente, falta un conocimiento de la misma en profundidad así como estudios de detalle, por lo que las limitaciones para abordar el estudio de estos inmuebles son evidentes, si bien, también es evidente que comparten muchas características esenciales de la arquitectura tradicional andaluza y, en concreto, de la provincia de Sevilla.
Puesto que la arquitectura “palaciega” posee su propio itinerario, en éste tratamos las tipologías de viviendas que corresponden, no a la clase social dominante, nobleza y grandes propietarios agrarios, sino a jornaleros, pequeños y medianos propietarios agrícolas, estructura social que genera la tenencia de la tierra en la Campiña ecijana.
Hay que resaltar que, en el caso concreto de Écija, aún se conservan ejemplos de viviendas jornaleras que han sobrevivido, dado el profundo proceso de transformación que está sufriendo la ciudad en los últimos tiempos. Esta tipología se levantó en base a unos materiales generalmente extraídos del entorno natural más inmediato, con la funcionalidad adecuada a la clase social que las habitaba, características compartidas, en su diseño básico, con los otros sectores intermedios de pequeños y medianos propietarios. Son edificaciones de planta rectangular, de fachada estrecha con una proyección longitudinal en profundidad, condicionada por las formas de los solares entre medianeras. Las cubiertas, generalmente a dos aguas, disponen sus caballetes en el sentido de la calle por el condicionante del vertido de aguas pluviales a la misma y a patios y corrales interiores. El uso funcional del espacio creado está mediatizado por ser la agricultura el medio productivo básico. La importancia dedicada al espacio destinado a la acogida de animales (cuadras y pajares), y a guardar las cosechas (graneros y soberaos), marca la diferencia, no solo entre las viviendas de jornaleros y propietarios agrícolas, sino entre los diferentes sectores de propietarios según su capacidad productiva y rango social.
En las casas más modestas, de jornaleros y pequeños propietarios, el área destinada a fines domésticos se organiza en dos o tres crujías paralelas e inmediatas a la fachada principal, colocándose a continuación el corral/patio, que permite espacios flexibles y la carencia de una precisa especialización. La cocina suele ocupar un cobertizo abierto al patio o corral en las viviendas jornaleras, mientras que en las de medianos propietarios suele estar ubicada en la segunda o tercera crujía y con una gran campana encima del hogar.
En cuanto a materiales constructivos, la escasez de piedra en la Campiña hace que sea el tapial, alternado con la mampostería, el ladrillo y la teja árabe, los elementos básicos. También está generalizado el uso de la madera para las armaduras de las cubiertas. Las vigas que sostienen el forjado del entresuelo suelen estar formadas por rollizos, dejados a la vista, que suelen soportar cañizo o tablazón. La organización compositiva de otros elementos arquitectónicos, como vanos de puertas y ventanas, rejas, zócalos, etc., se acoge a múltiples combinaciones y variantes, pero predomina la composición simétrica con la puerta como eje central, una ventana de igual tamaño a cada lado, y la pequeña ventana del soberao sobre ella. Las viviendas de medianos propietarios y burguesía, dependiendo de la gradación de su nivel económico, suelen incorporar elementos decorativos, a nivel de fachada, más próximos a la arquitectura palaciega o de “estilo”, sustituyendo el soberao por una segunda planta habitable.