Esta edificación rural muy deteriorada y alterada, quizás sea la de mayor importancia de todas las existentes en el término de Écija. En uno de los frisos de la puerta de ingreso a la capilla figura el año de 1756, aunque el cortijo se remonta a época anterior.
Toma su nombre, probablemente, de Don Ares José de Quiñones y Pizarro, marqués de Lorenzana, que casó en 1737 con la propietaria de la heredad donde se ubica, Dª Francisca Javiera de Cabrera y Cárdenas, cordobesa, hija del Conde de Villanueva.
De su primitiva estructura, típica de los edificios rurales ecijanos, apenas se conserva algo en pie, pero sí la puerta de acceso a la dependencia dedicada a Capilla con pilastras cajeadas sobre plinto que son pétreas en su arranque y continúan en ladrillo cortado; arco conopial arquivolteado por cerámica con motivos cinegéticos que se extiende decorando buena parte del conjunto. El interior de esta recoleta capilla se cubre mediante bóveda de cañón con lunetos y cabecera poligonal, todo ello decorado profusamente con pinturas murales.