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Consejería de Cultura


Clausuras

La comunidad


Vista exterior con la portada de la iglesia y el mirador al fondo

La vida de la comunidad dominica, la mayoría de las veces poco comprendida , no es fácil. En numerosas ocasiones han seguido, sin desviarse ni un ápice. Las propias palabras de su fundador, "Sin dinero, a pie y en pobreza voluntaria", siguen admirando por sus fuertes convicciones. En la comunidad se favorece el crecimiento interno y el desarrollo como personas para así poder realizar una rica vida en común. Este es uno de sus objetivos, pero no el único. No se debe pensar que su retiro lleve implícito tan sólo el mundo contemplativo, pues la vida laboral del monasterio es también muy notoria. Cada una de las doce religiosas más su postulante, que en la actualidad habitan el monasterio, tienen asignado su propio oficio fundamental para la marcha de toda la comunidad. La actividad comienza antes de despuntar el alba, "siempre hay algo que hacer" apunta la hermana. No sólo las labores del obrador, que tanta fama le han dado últimamente, sino otras muchas, en las que las religiosas dominicas se esmeran con especial devoción. Así, con ellas se ganan el sustento y mantienen sus en no pocas ocasiones elevados gastos. Sin embargo, esta época en las que confiesan no abundan las vocaciones, es a veces muy dura y con lo que se gana no basta para mantener estas grandes casas. Los dulces, como el tocino de cielo y los pestiños y los roscos de almendra durante la Navidad han contribuido a poder paliar en algo su situación y así poder continuar con la importante herencia histórica que cada monasterio ha recibido.

Otro de los tópicos que caen, apenas pasar un breve rato de charla con las hermanas, es el de su preparación. No son personas aisladas del mundo y con escasos conocimientos. El propio Santo Domingo de Guzmán era un pensador doctrinal y la preparación era uno de sus objetivos. En nuestro monasterio la charla es agradable y la cualificación de cada una de las religiosas sorprende gratamente.

La comunidad del Monasterio de Madre de Dios como dominicas tienen algunas características específicas de la orden. Su hábito blanco y negro está especialmente relacionado con el mandato de su fundador Santo Domingo de Guzmán "en la oración y en el ministerio de la palabra". Siguiendo la liturgia de las horas, las dedicadas al coro son fundamentales pues en la oración común pasan parte de su vida contemplativa. Esta se completa con el estudio de la palabra de Dios. Así entre el "ora et labora" continúan con su voto vital haciendo frente a las no pocas dificultades que se encuentran para sobrevivir en un mundo demasiado alejado a veces de las necesidades de sus raíces.