Desde su fundación el número de religiosas iría en aumento, siendo algunas de ellas elegidas para fundar otros conventos de la orden fuera de la ciudad, como ocurrió en 1547 en la ciudad canaria de La Laguna cuando fundaron el monasterio de San Miguel de las Victorias.
Pero sin lugar a dudas su más grande benefactora sería la Excelentísima Señora Doña Ana de Silva y Mendoza, mujer del VII duque de Medina Sidonia don Alonso Pérez de Guzmán. Como cuenta Fernando Guillaumas y Galiano a mediados del siglo pasado en su Historia de Sanlúcar de Barrameda "Desde que esta Señora puso el pie en Sanlúcar le llamó la inclinación la vida austerísima y devota de estas religiosas, por lo que las socorría con crecidas limosnas y las visitaba en lo interior de su convento, por lo que reconoció la estrechez de todo el Monasterio y la próxima ruina que amenazaban todas las oficinas y principalmente la Iglesia primitiva de la fundación; por lo que hizo derrivar y levantó a su costa la que hoy vemos siendo el doble mayor que la anterior, incorporando la calle que va desde la Alcoba y carril de los Angeles y daba paso a la inmediata de San Jorge, añadiendole los dos magníficos coros alto y bajo y la gran pieza del refectorio.
"Así fueron transcurriendo los primeros años del convento pasando por diversas dificultades que fueron salvando poco a poco. Algunas veces con un elevado numero de religiosas, más de cuarenta y otras con menos hermanas pero con las mismas fuerzas para llevar adelante su proyecto de "ora el labora".
En la actualidad las dieciocho hermanas que componen la comunidad salen adelante con sus labores de bordados de ornamentos litúrgicos y las restauraciones de piezas textiles. En éste, como en casi todos los conventos de clausura gaditanos, existe una comunidad viva y sumamente agradable. Los recelos que, cosa lógica, se producen en los primeros momentos, con los intrusos que turban la rutina y tranquilidad diarias, se ven rápidamente superados. Las hermanas se desviven por sus conventos y los presentan con todos sus problemas, pero con la enorme alegría de saber que son portadoras de unos bienes, espirituales y físicos, que mantienen generación tras generación. La visita al monasterio de Regina Coeli en Sanlúcar difícilmente se puede olvidar. La cotidianidad, la sencillez con que se muestra la comunidad de religiosas clarisas hace que crezca rápidamente el afecto que se toma a estas hermanas. En minutos cautivan con el cuidado de su jardín, sus plantas, los juegos con sus animales y la cuidada ordenación de sus dependencias monacales. Todo esta perfecto, apenas algunas huellas de las últimas obras realizadas, no pueden enturbiar el exquisito cuidado con que mantienen el convento.