Formado por cuatro galerías compuestas por arcos de medio punto que apean sobre columnas toscanas, es de proporciones casi cuadradas. Macetas, arbustos y plantas, sembrados en sus arriates dan un verde colorido al recinto que contrasta con la blancura de los muros enjabelgados con cal. Ocupando el centro del patio una fuente con la imagen en mármol de Santa Clara y de planta octogonal que refresca el ambiente. En ella, tres relieves de la Inmaculada, San Francisco y Santa Clara acompañan a una inscripción que cuenta un poco más de las vicisitudes del convento. En ella se lee: "REINANDO LA MAGESTAD DE DN. CARLOS SEGUNDO QUE DIOS GUARDE, DIO ESTA CIUDAD ESTE AGUA EN RECOMPENSA DE LA QUE ESTE CONBENTO TENIA, PATROCINANDOLA EL Sr. GENERAL DE LA ARTILLERIA D. MANUEL DE CASADEVANTE Gr. DE ESTA CIUDAD SIENDO ABBa. SOR ANA DE OLMEDO Y ORMASA. AÑO DE 1691. CIENDO MAIORDOMO EL SECRETARIO J. PEREZ RAMIREZ".
Por las diferentes paredes del claustro se encuentran diversas imágenes en hornacinas y lienzos realizados durante los siglos XVII y XVIII. Pero acostumbrados a las obras de arte, en esta ocasión lo que requiere fuertemente la atención, es la llamada de un huésped que, según cuentan las hermanas, lleva veintisiete años veraneando en el convento. Un guacamayo que grita y juguetea con ellas repitiendo sus canciones y que no tiene ningún reparo en bailar cuando su monja preferida se lo pide. A su alrededor, sin hacerle caso, tal vez por la costumbre, pasean tranquilos el perro y el gato. Ambos se desenvuelven por los claustros y dependencias como por su casa.