Junto a los momentos de florecimiento espiritual y devocional se intercalan aquellos otros que provocaron la ruina y la posterior destrucción del monasterio. Así ocurrió en 1702, cuando los ingleses lo invadieron y lo saquearon y, en 1868, cuando los revolucionarios, de la denominada como "Gloriosa", que destronó a la reina Isabel II, arrasaron y derribaron las construcciones del mismo. Pero, como dicen las hermanas, al referirse a estos hechos, "las monjas, confortadas en el Señor, decidieron no marcharse y con grandes dificultades consiguieron este edificio", llevando a él lo poco que pudo salvarse.