Durante la Edad Moderna la mayoría de los conventos femeninos fueron fundados para satisfacer el retiro de jóvenes que, procedentes de la clase noble, no habían contraido matrimonio o que por diversas causas habían decidido su unión con Dios. En otras ocasiones, la fundación era realizada por una viuda con el fin de que le sirviera de retiro durante los años que aún le quedara de vida, convirtiéndose el presbiterio de la iglesia en el lugar del eterno descanso del amado y llorado marido.
Sin embargo, no parece muy habitual el caso de la fundadora y priora del convento de Nuestra Señora de Gracia, Francisca de Trujillo. Como se desprende de las crónicas, era aún doncella y heredera de una familia acomodada, cuando movida por su gran devoción religiosa fundó el convento, en vez de ingresar, como era habitual, en algún monasterio.