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Consejería de Cultura


Clausuras

El edificio


Vista exterior del convento

La visita al convento se convierte en una delicia entre la animada charla, los olores mezclados de dulces y flores, y la tranquilidad que envuelve sus patios. La entrada al convento no es fácil de encontrar, prácticamente hay que rodear la manzana íntegramente para hallar la puerta reglar. Desde allí se ingresa en su gran claustro, único en muchos sentidos. Desde la espléndida escalera del claustro se accede a las celdas y al coro alto.

A la salida, tras contemplar un lienzo de la Virgen de Guadalupe firmada "Ambrosio de Abellaneda, faciebat en 1702", se entra en el coro bajo. En este se encuentran muchos de los bienes que en 1926, tras el cierre del convento que la orden poseía en Villamartín, se trajeron sus religiosas.

Desde el coro bajo se accede a la iglesia, cuya forma de cajón con una única nave aparece articulada por pilastras que en el crucero se convierten en contrafuertes con pilastras adosadas de fuste almohadillado. Su bóveda es de cañón con lunetos y arcos fajones desarrollándose en el crucero una media naranja sobre pechinas.


Vista de la iglesia hacia el coro

En la visita al convento no se debe olvidar la sacristía pues en ésta se hallan una serie de paneles de azulejos de colores blanco y verde junto a otras piezas policromadas con motivos florales del primer tercio del siglo XVIII, que dan gran vistosidad al conjunto.

Concluida la visita, cuando se sale al exterior, el más ligero murmullo sorprende, se esta de nuevo en la calle. Una mirada atrás para observar el mirador de las monjas y tropieza la vista con dos portadas. Parecen iguales incluso en su tamaño, pero no lo son. Y ya tras dejar atrás el convento de la Concepción hay que dirigirse hacia el actual Monasterio de San Miguel, no sin antes echar una mirada a su antigua morada, de la que seguro hablarán las hermanas.