De sus primitivos edificios poco queda. Las sucesivas reformas han ido eliminando sus vestigios, quedando recuerdos de las obras llevadas a cabo a mediados del siglo XVIII, tal vez tras los desastres del terremoto de Lisboa en 1755, y sobre todo la realizada en 1851. Esta, cuya fecha quedó marcada en la fachada del edificio, fue realizada gracias a las aportaciones del canónigo don José García Díaz. La dirección de la obra en estos momentos corresponde al maestro Fernando Moreno.
El monasterio se distribuye en torno a un gran claustro al que se abren las principales dependencias conventuales. Para entrar en la iglesia se pasa por el Coro , donde el ensayo de sus melodiosos cantos ocupa sus descansos. A ellos se dedican con fervor, pues es necesario "acostumbrar las voces", sobre todo cuando en la comunidad algunas hermanas proceden de países lejanos.