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Consejería de Cultura


Clausuras

El Edificio


Vista del torno con el escudo de la orden en el suelo

El núcleo del Convento de Mercedarias se construyó en las casas de doña Beatriz de la Calle, aunque además se tuvieron que comprar otra serie de edificaciones colindantes, entre las que se encontraban la antigua Cárcel Vieja. El convento del Corpus Christi tiene su portada en la actual plaza de la Botica, a mitad de camino entre las iglesias de Santa María y la de San Pedro, junto al malogrado convento de la Compañía, cuyos inacabados muros sirven hoy de mercado. Tras pasar su puerta adornada con pilastras y con un baquetón mixtilíneo se accede al torno. La portada está rematada por un frontón curvo y partido, en cuyo centro se encuentra una hornacina con la pintura de la aparición de la Virgen de la Merced. En este espacio, cubierto con bóveda de crucería, se encuentran además, la puerta de la clausura y la del locutorio.

Tras la puerta de la clausura se dispone un conjunto de habitaciones, en las que las madres exhiben parte de su historia, con la pretensión de que un día, no muy lejano, pueda convertirse en un pequeño museo.


Novicias en el pasillo de las celdas

Por lo que se refiere al convento, propiamente dicho, éste se organiza alrededor de dos patios. Al que se accede desde el futuro museo, es el centro de la vida en comunidad. De proporciones casi cuadradas, las distintas dependencias se distribuyen en sus dos plantas. En la baja, el patio está rodeado de una galería con arcos de medio punto que apoyan sobre columnas con capiteles toscanos, mientras que en el paramento que cierra la planta alta, sólo se abren las ventanas a modo de balcones. Para mayor comodidad de las madres, hace algunos años ha sido enlosado y se han colocado paneles de azulejos en sus muros, con lo que se facilita su limpieza. En su centro se encuentra el pozo que abastecía de agua a la comunidad, siendo su brocal de mármol completado con arco de hierro forjado y rematado en cruz. Actualmente, el claustro se encuentra adornado, con paneles de azulejos barrocos de representaciones de santos, algunos cuadros y, sobre todo, por macetas con plantas y flores, que ofrecen un mayor colorido y contraste con el blanco de las paredes.

Desde uno de sus ángulos, y después de recorrer un estrecho corredor y bajar varios peldaños, se llega a un pequeño jardincito convertido en cementerio.


Claustro principal con el brocal  en su centro.

Alrededor del segundo patio se distribuyen las celdas. Éste, en planta baja, presenta una galería de arcos con alfiz sobre pilares. Las habitaciones de las Madres se disponen en amplios pasillos, reflejándose, tanto en éstos como en aquéllas, la austeridad de sus vidas. Al ser hoy sólo nueve en comunidad algunas se encuentran cerradas pero preparadas para recibir a una futura postulante. Techos con vigas de madera, muros blancos salpicados por el colorido que pueden ofrecer los escasos muebles, las cántaras, arquetas, cuadros o vitrinas con imágenes de la Virgen, del Niño Jesús y santos, que le sirven de adorno y de devoción. Parafraseando a la Madre Priora, no es la clausura una vida de sacrificio y privaciones, también tiene "manchas", pues, al contrario de lo que se cree, "nos divertimos y nos lo pasamos bien". No hay un solo entretenimiento, también "nos damos bromas". El día de la festividad de los Santos Inocentes, en capítulo, una de las novicias, desde hace un par de años, dos jóvenes procedentes de Kenia, es nombrada Priora durante veinticuatro horas. Ella, es la que preside los rezos y la que dispone la vida del convento. Pero, lo que causa más diversión a la Comunidad, al desaparecer la llave de la despensa, es que la nueva priora tiene que buscar y proporcionar, recurriendo a los recursos más dispares e imaginativos, la comida de ese día...


Museo. Hermana con las cestas de mimbre

El centro de la vida gira alrededor de la iglesia que, a pesar de su reducidas dimensiones y de haber sido saqueada por las tropas francesas, conserva prácticamente íntegra la decoración de la primera mitad del siglo XVIII, momento de mayor esplendor del convento arcense.

El coro es también una de las dependencias claves en la vida de la comunidad. En estos, tanto en el bajo como en el alto pasan las hermanas gran parte del día en rezos.

La vida de oración y la labor callada de la Comunidad, ha pasado desapercibida a lo largo de la historia, pues en las crónicas de la ciudad de Arcos aparece citada en muy contadas ocasiones. Las noticias que se conservan se refieren a la celebración en la iglesia conventual de las octavas de la Concepción de Nuestra Señora en 1612, al encontrarse la iglesia Parroquial de Santa María en obras, y a la del Corpus Christi en 1713, debido a las desavenencias entre el clero de Santa María y el Ayuntamiento. Posiblemente, ello sea debido a que el Convento nunca gozó de riquezas y de grandes posesiones que le permitiera participar o influir en la vida de la ciudad. A ello, habría añadir lo reducido y lo modesto de su comunidad, entre las que no hubo personajes de gran poder. Hay que recordar a este respecto, que en 1749 la comunidad estaba integrada por 25 religiosas, "17 de velo negro y 8 de velo blanco", y en 1803 por "15 profesas, 1 novicia y 5 legas". Actualmente, la comunidad la integran siete madres y dos novicias. De cualquier forma, en los últimos años, esta actitud pasiva ha cambiado, debido a su maltrecha economía, lo que les ha obligado a buscar nuevas fuentes de ingresos, instalando un obrador en el interior de sus muros. Hoy, no solo rezan y cuidan de la salvación de las almas, sino que también, tratan de endulzar los "malos tragos" que hace pasar la vida. Junto a las exquisitas delicias de almendras, destacan las pastas de licores, los pestiños, las empanadillas con cabello de ángel, los alfajores, o el tocino de cielo, las tortas de almendras y las magdalenas. El interés que ha despertado entre los vecinos la nueva actividad de las religiosas ha hecho que tengan que ampliar su repertorio con las tartas por encargo, no sólo para atender las demandas de los particulares, sino también a la de los numerosos restaurantes arcenses, destacando las peticiones de su vecino, el Parador Nacional.

Corredor de las celdas Dependencias interiores
Detalle del cementerio de las religiosas. Vista del claustro alto