Este realizado a mediados del siglo XVIII está presidido por la imagen, una excelente talla barroca, muestra a la Santa de Casia, vestida con hábito de la orden, contemplando el crucifijo que porta en su mano derecha. En su izquierda, un cardo, en alusión a la espina que de la corona de Cristo se desprendió y se incrustó en su frente. Según cuenta la tradición, la herida que había supurado un olor fétido y putrefacto durante toda la vida de la santa, al morir desprendió un perfume intenso de rosas. En el remate del retablo, el lienzo del busto de la Virgen de la Soledad, más conocida como la Virgen de la Paloma, por estar inspirada en esta pintura madrileña que alcanzó una gran devoción durante los siglos XVII y XVIII.