Al fondo de una de las galerías del patio se encuentra el torno, en el que se pude leer el listado de repostería que confeccionan las religiosas y que les ayuda a sanear su maltrecha economía. Así, junto a las clásicas magdalenas, mallorquinas o mostachones, aparecen las pastas de té, las roscos de anís o de limón, los cortadillos de cacahuete o los almendrados. Pero, no son éstos los únicos dulces que se elaboran en este cenobio gaditano, ya que en Navidad, preparan sus deliciosos pestiños y huesos de santo, y, para Pentecostés, los exquisitos roscos de Semana Santa. Aunque sus productos han tenido una magnífica acogida entre los vecinos y visitantes, los ingresos siguen siendo insuficientes para mantener las antiguas construcciones del convento y el sustento de las veinte madres que componen la comunidad, por lo que, junto a las labores de dulcería, las religiosas realizan también trabajos de bordados a mano y a máquina, actividad que les ayuda a hacer frente a algunos de sus gastos.