Formada la comunidad, pasará algún tiempo mientras encuentran un lugar para ubicar el convento. Las casas disponibles son excesivamente pequeñas o hay que hacer muchas reformas para adecuarlas a las necesidades de una clausura, lo cual acarreaba una serie de gastos a los que no podían hacer frente. Sin embargo, por estas fechas, Lucrecio Bueno de Pinillo les va a donar una casa de su propiedad en la calle Costa Rica, a la que las hermanas trasladarán su residencia y donde formarán definitivamente la comunidad, si bien la clausura no se creará hasta 1926, una vez obtenida la autorización papal.
Algunos años después, durante la República Española las hermanas tendrán que abandonar el convento y trasladarse a Portugal. Durante ese tiempo el recinto estuvo al cuidado der personas que posteriormente pretenden ingresar en él. Tras la Guerra Civil, la comunidad quedará formada por once religiosas, siendo veintiuno el número máximo de hermanas recomendado por la Orden Carmelita para sus casas. Años más tarde, la clausura será ampliada añadiéndosele nuevos espacios de la misma manzana. Se amplió, entonces, el convento hasta la Plaza de Argüelles donde se abrirá la fachada de la nueva iglesia tal como la conocemos en la actualidad.