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Consejería de Cultura


Clausuras

El edificio


Vista exterior del Convento

El convento está situado en la Calle Costa Rica, en el barrio de San Carlos. Fue ésta una de las últimas zonas de expansión urbana de la ciudad en su búsqueda de espacios para el crecimiento. Construido por el Conde de O'Reilly, gobernador de Cádiz, en 1784 se tienen noticias de que las casas particulares que forman las manzanas de toda esta zona están siendo elevadas. Por esta razón, el edificio que nos ocupa representa muy bien el tipo de construcción plurifamiliar de mediados del siglo XVIII y se encuadra en esa necesidad de aprovechar al máximo el espacio urbano, tan escaso en la ciudad. Por ello y debido al uso finalmente aplicado es un edificio peculiar. En su aspecto exterior nada indica que se está ante la entrada de un convento de clausura. Sin embargo, ya desde el zaguán se observan dependencias comunes y clásicas en la configuración tipológica de estos edificios. Así en él se localiza el típico torno y a su lado la puerta de acceso al locutorio donde las hermanas reciben y hablan a los visitantes a través de la reja.


Hermana subiendo la escalera del patio

Normalmente, los conventos suelen extenderse sobre amplias parcelas en las que la tipología conventual se desarrolla con libertad. En cambio éste, contrariamente a lo habitual se desarrolla en altura como se observa en su reducido patio. De su lado izquierdo arranca la escalera que da acceso a las plantas superiores. Está formada por dos tramos que convergen en un pequeño descansillo del que parten los diferentes tramos que conducen a las restantes plantas y a la azotea.

En el lado derecho del patio a través de unos pequeños escalones se baja a lo que en un principio fue iglesia del convento, y hoy ha sido convertido en obrador donde modernas maquinarias facilitan la confección de las obleas. En él aún permanece un pequeño altar en cuyo interior figura una tarja oval con un relieve de mármol de la Inmaculada Concepción rodeada de angelotes. Desde esta habitación y a través de otras dependencias en las que guardan alguna maquinaria se llega al coro bajo , no sin antes pasar por el jardín. Es éste un espacio, que siendo originariamente patio de luz, ha sido modificado con plantas y arbustos diversos hasta conseguir la formación de este importante elemento de la tipología conventual.


Vista de las galerías superiores

Como en todos los conventos, el coro posee una puerta de acceso a la iglesia . El ritmo de vida de la comunidad es muy semejante a la de la mayoría de las ordenes religiosas de clausura. Su principal norma es la soledad y el silencio, incluso durante los trabajos en grupo. Las horas de recreo también las utilizan para hacer algo útil y durante esos momentos se dedican a coser y arreglar ropas propias o del convento.

Sin embargo, el mantenimiento de la vida de clausura y del propio edificio hizo necesario plantearse la necesidad de obtener recursos económicos. Así a lo largo de su corta historia han tenido diversas ocupaciones relacionadas con la elaboración de productos para su posterior venta, como por ejemplo la elaboración de abanicos, estampitas y escapularios. Posteriormente, una de las hermanas propuso a la comunidad elaborar productos de repostería. Las materias primas necesarias para comenzar, como el azúcar, huevos, harina etc..., fueron suministradas por Joaquín Ballester. Este benefactor, que también fue fundador de una leprosería, será quien también les proporcione los útiles para elaborar dulces de la fama del turrón de Cádiz y el tocino de cielo. Sin embargo estas delicias, hoy día, sólo las realizan las hermanas de vez en cuando y por encargo especial. Su labor está dedicada de lleno a la producción de obleas eucarísticas, que distribuyen a prácticamente toda la Diócesis de Cádiz. Eso sí, los recortes sobrantes que venden en bolsitas en el torno son muy apreciadas, especialmente por los niños que habitualmente se acercan el convento para comprarlas.


Vista del presbiterio      Virgen del Carmen