Taller de escultura

Me limpian

No os lo vais a creer ¿sabéis cómo me quitaron las manchas de mi cuerpo? ¡con una blandita goma de borrar! igual que la que usas en el cole. Prueba a borrar alguna mancha de suciedad de una mesa, una puerta o una silla de madera, verás como consigues quitarla.

Me pintan

A estas alturas ya os habréis dado cuenta que soy algo coqueto, y como un poquito de color sienta tan bien, siempre me ha gustado llevar las partes de mi cuerpo que están expuestas de un favorecedor color amarillo. Como estaba por algunas zonas descolorido y paliducho, la restauradora buscó una pintura similar y me repasó la cara, los brazos y las piernas. Ea, ¡ya está el tío bronceado!

Me rellenan

La edad no perdona. Después de tantos años en los que he vivido éxitos, fracasos, mudanzas y hasta abandono, tenía fisuras en la madera y pequeños orificios que me salieron por culpa de las dichosas puntillas oxidadas. Como si fuera una operación de cirugía estética, me rellenaron los huecos con pasta de madera y cola ¿y a que parezco que tengo veinte años menos?

Me colocan el peto

Me vuelven a colocar mi peto de papel ya limpito y preparado, y me cambian las puntillas oxidadas por unas nuevas de plata. Qué ganas tenía de perder de vista las dichosas puntillitas que tanto daño me han hecho.

Me pegan la nariz

Agradecido estoy de que la restauradora se diera cuenta que la nariz se estaba despegando. Imaginaos...¡un Pinocho sin su gran nariz! ¡tendría que haberme buscado ahora otro nombre! pero no hizo falta. Me inyectó pegamento cola y listo.

Me cosen la boca

¿Recordáis que tenía rota la tela que me permitía mover la boca? Pues me la cosieron para que pueda de nuevo abrirla y "hablar"... así que ya puedo decirlo: GRACIAS a todo el equipo de restauración y a todos los profesionales del IAPH que me han cuidado y me han devuelto como nuevo a casa. Pero este no es el FIN de mi historia. Os espero en el Museo de Cádiz... queda Pinocho para largo.