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Consejería de Cultura


Pintura Cordobesa

Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco


Granada. Cartuja de la Asunción. Sancta Sanctorum

Palomino es una de las figuras españolas más interesantes del periodo de transición del siglo XVII al XVIII, no solo por su producción pictórica, sino también por su obra literaria.


Córdoba. Santuario de la Fuensanta. Entierro de Cristo

Nacido en Bujalance en 1655, se trasladó con su familia a Córdoba cuando apenas tenía diez años de edad. Allí, inició la carrera del sacerdocio que abandonó para dedicarse a la pintura. Entre 1665 y 1678 se considera la etapa de formación. Durante la misma, sin vincularse a ningún maestro, recorrió los talleres que se encontraban activos en la ciudad, copió las obras de Antonio del Castillo, que había muerto en 1668, y se entrevistó con los pintores que ocasionalmente visitaban la población. En 1672 conoció a Valdés Leal que le animó a seguir pintando, tras ver sus trabajos. Cuatro años más tarde, en 1676, entabló amistad con Alfaro, durante uno de los viajes que el pintor realizó a Córdoba, quien lo convenció para que se marchara a Madrid, hecho que ocurrió en 1678. De esta primera etapa se conservan, en el museo cordobés, las copias que realizó de las obras de Antonio del Castillo, La Adoración de los Magos y San Jerónimo penitente, en la iglesia de San Andrés,una Inmaculada, en la que quedan patente ciertos ecos de Valdés Leal, o, en la colección Colomera, un San Rafael.


Valencia. Museo de Bellas Artes. La iglesia militante y la iglesia triunfante

Del año 1678 a 1698 se desarrolla su segunda etapa. En estos años contó con el apoyo de Claudio Cuello y Lucas Jordán,fue nombrado pintor del Rey, en 1688, contrajo matrimonio y se acrecentó su fama como pintor.

Uno de los primero trabajos de esta etapa, fue la conclusión de las obras que Juan de Alfaro había dejado sin terminar, al sorprenderle la muerte, en 1680. Estas eran el retrato del Abad de Roncesvalles, la Inmaculada de Lorenzo Delgado de Córdoba y el Entierro de Cristo para el Santuario de la Fuensanta de Córdoba. A ellos siguieron, entre otros, la Fábula de Psiquis y Cupido, para el Alcázar Real y hoy en la Galería del Cierzo, La Inmaculada del Museo de la Academia, el San José con el Niño de las Carmelitas de Toledo, o los frescos de la capilla del Ayuntamiento de Madrid.


Valladolid. Museo Nacional de Escultura. Desposorios de la Virgen

A su etapa de madurez, entre los años 1698 y 1726, corresponden los frescos del Triunfo del Cordero Místico, en la iglesia de los Santos Juanes de Valencia; el Triunfo de la Iglesia Militante de San Estaban de Salamanca; las pinturas de las Cartujas de Granada y del Paular o las del Sancta Sanctorum de la iglesia de la Trinidad de Córdoba.

Entre otras, las pinturas de caballete de Santa Inés, del Museo del Prado, Los desposorios de la Virgen, del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, o las pinturas del altar mayor de la Catedral de Córdoba. En este mismo templo se encuentran la Conquista de Córdoba por San Fernando, el Martirio de San Acisclo y Santa Victoria y la Aparición de San Rafael al venerable Roelas.

Pero quizás, más que por su producción pictórica, Palomino es conocido por su obra literaria. Ya entrado el siglo XVIII, compuso el tratado sobre pintura El Museo pictórico y Escala Óptica. Conocidos genéricamente con este título, en realidad, se trata de tres libros, dedicados el primero a la teoría de la pintura (1715), el segundo a su práctica (1724), y el tercero, en la misma línea de Vasari o Pacheco, a la vida de los pintores (1724). Éste último, titulado El parnaso español pintoresco y laureado, constituye una de las obras más interesantes de la historiografía artística española, donde se recogen noticias biográficas y valoraciones personales de los artistas más significativos de su época.