En esta capilla es donde se encuentran las pinturas más antiguas existentes en la Catedral. Se corresponden con los restos de un fresco situado en el arcosolio funerario del Deán Don Gonzalo. En el intradós de su arco se aprecian los contornos, perfilados por una línea negra, de dos ángeles.
En el interior, perdido en gran parte y oculto tras un panel, algunos estudiosos han querido ver la escena de la crucifixión, mientras que otros distinguen la figura de un ciervo. La datación de las pinturas, se ha realizado en torno al 1282, año de la muerte del canónigo.
Hasta el siglo XV dicho recinto estaba unido a la Capilla de San Clemente, que al ser donada esta última como enterramiento a Vasco Alonso y a su mujer María García, fue compartimentada.
Por esta razón, puede verse, en los pilares, la inscripción, mandada a colocar por uno de sus descendientes, Juan de Sosa, en 1482, como testimonio de la fundación de la misma.