El Obispo Marcelino Siurí, en 1723, acometió la reforma de la capilla de San Matías, que desde 1679 era utilizada de baptisterio. Además de colocar la pila bautismal, de jaspe negro con tapa de madera tallada y dorada, la dotó de un nuevo retablo de arquitectura fingida. El programa iconográfico, así como los versos que se recogen en el mismo, se deben al Padre Juan de Santiago, mientras que la pintura fue ejecutada por Pedro Moreno ,"celebrado pintor de este arte", que ha sido identificado con Pedro Ruiz Morián Moreno.
El retablo, a modo de arquitectura fingida, presenta una estructura, de planta semicircular, de mármol y cubierto con casquete esférico con gallones. Está divido en un solo cuerpo de tres calles, separadas por pares de columnas corintias, teniendo las interiores el fuste salomónico. En cada calle se sitúa una hornacina rectangular, presentando la central, una figura masculina que habla con Dios Padre, en el ángulo superior, en un rompimiento de gloria. Las hornacinas laterales muestran paisajes y las ventanas existentes en el ático del retablo, el cielo.
Se completa con las figuras de San Acisclo y Santa Victoria y una serie de cartelas con inscripciones cuyos textos reproducen los versos de los salmos 47 y 61, así como del pasaje del "Monumento conmemorativo del paso del Jordán", sacados del Libro de Josué. Tanto la iconografía como el significado del retablo gira en torno al agua como símbolo de la Gracia Divina.