Description
La Iglesia Parroquial de San Juan Bautista data de la primera mitad del siglo XVI y ofrece un exterior discreto y simple en composición, adosada por tres de sus cuatro lados, forma una pequeña manzana aislada por dos pequeñas calles, al Sur Colón y Sacristía, al Norte. La fachada del templo dibuja el hastial de su cubierta a dos aguas, orientada al poniente, aparece seccionada por dos líneas de imposta marcando tres tramos donde se aprecia, por el color y la calidad de la piedra, que han existido distintos momentos de trabajo hasta llegar a su imagen actual. El más evidente procede de la torre, cuyo cuerpo de campanas mantiene la huella mudéjar del trabajo en ladrillo, o el diseño del alfiz que enmarca el medio punto de los vanos sobre impostas del mismo material, elementos coetáneos a la fecha de fundación de Los Villares. En el resto de la fachada se expresa una hibridación de formas y estilos, fruto de distintos comportamientos constructivos. Así se desprende de la portada, un sencillo vano bajo dintel de entrada ligeramente arqueado, sobre jambas sin elementos ornamentales que bien podría haberse levantado a fines del siglo XIX.
Aparte de la torre, lo más interesante de este templo parroquial es su interior. Sorprende la pureza del espacio que se abarca, la nitidez de las formas potenciadas por los muros encalados. Su planta reproduce una cruz latina de brevísimos brazos; es de una sola nave cubierta por un medio cañón con lunetos, crucero coronado por cúpula de media naranja sobre pechinas, testero plano y coro a los pies. Un modelo que recuerda los templos conventuales del siglo XVI.
Buen estado de conservación.
Historic Info
El diseño de las nuevas poblaciones en la Sierra de Jaén siguió el sistema de castramentación clásica que los romanos mantuvieron presente en la fundación de cierto tipo de ciudades, como la forma de entender la colonización de territorios conflictivos o fronterizos. El sistema se prolongó históricamente en Europa en las trazas urbanas de las bastides francesas, configuradas siguiendo los postulados aristotélicos del ideal urbano . Mientras, en la península Ibérica, el reino de Aragón materializó los primeros ejemplos conocidos , adaptados con posterioridad a las nuevas circunstancias de colonizaciones tanto en los territorios peninsulares como en los enclaves americanos. Tampoco podemos obviar la primera teorización urbana prerenacentista de Francisco Eximeniç, como antecedente desde la utopía de este sistema de planeamiento urbano a fines del siglo XIV.
Al modelo se incorpora finalmente Andalucía con los ejemplos renacentistas de Puerto Real (1483) y Santa Fe (1492). Este último, construido por Reyes Católicos en las inmediaciones de Granada, está estrechamente vinculado a la creación de las nuevas poblaciones giennenses en un momento de enorme trascendencia política que va a determinar la libre ocupación de las fronteras territoriales con el reino de Jaén, una extensa franja de territorio que quedaría desolada tras la conquista cristiana, con población escasa y dispersa, dedicada casi en exclusividad a pastos para el ganado.
Como afirmación de la dominación política y militar sobre los nuevos territorios tan discutidos, diluyéndose las líneas fronterizas, la nueva fase de proyectar ciudades cataliza finalmente en Jaén y aunque sin visita regia, el control de la corona se ejerció a través de sus representantes, doctos tracistas que formaban un equipo interdisciplinario, humanista, acorde con el talante de la época en una provincia atrapada en las redes del poder por parte de su nobleza nobiliaria y religiosa. El siglo XVI es el siglo de oro de Jaén. La fecundidad de sus campos sólo era equiparable a la de sus artes. El crecimiento demográfico conseguido por las gentes del reino de Jaén responde a la época alcista de los primeros Austrias, pero fundamentalmente a la nueva política europea que dominaba el mundo conocido.
La responsabilidad en materia tan importante como la traza de nuevos pueblos recayó, como era preceptiva en el clasicismo del siglo XVI, en la figura real y en su gracia inefable, la creación. Los nuevos pobladores no sumaron más de mil vecinos, según recogen los censos de la época, pero gozaron de la organización de la ciudad del renacimiento con la fórmula de los oppidum romanos sin murallas, sólo la naturaleza en derredor.
El modelo de urbanizar no era nuevo pero si muy práctico pues suponía ordenar un territorio, acotarlo siguiendo la premisa de orden mediante unas coordenadas espaciales rigurosas que, partiendo de uno o dos ejes, abrazaba entre ellos una cuadrícula donde tendría especial jerarquía espacial una plaza mayor de planta más o menos regular en la que se cruzaban ortogonalmente al menos otras tantas calles de menor escuadría hasta prolongarse en áreas de expansión posteriores.