Description
El Castillo de Ojén, conocido también como Castillo de Solís, toma este nombre de Fernando de Solís que fue el encargado de reconstruirlo tras la conquista cristiana. Se encuentra ubicado en un cerro amesetado que domina la villa, a unos 355 metros sobre el nivel del mar.
Presenta dos caras inexpugnables verticales de unos 40 metros aproximadamente en sus lados meridional y occidental. Cierra un amplio espacio mediante dos considerables lienzos dispuestos en sus caras Norte y Este que eran los frentes más desprotegidos, que se adaptan a los desniveles del terreno. La superficie total ocupada por el castillo se estima en 3.343 metros cuadrados. Domina uno de los caminos de comunicaciones desde la costa hacia el interior, el acceso a Ronda y Antequera, así como contacto visual con la costa, características que le otorgan unas buenas condiciones de control del territorio.
Su fundación debió generar el primer asentamiento que se identifica hoy con el casco antiguo. Tradicionalmente se data con una cronología que abarca desde el siglo IX al XV.
Su estado de conservación es bastante deficiente, al hallarse los restos muy deteriorados y cubiertos de vegetación. Está en terrenos de propiedad privada, aprovechados para el cultivo hortofrutícola, lo que también ha provocado su alteración.
En 1994 se llevó a cabo una intervención arqueológica. Tras ella se pudo apreciar que el recinto posee una morfología pentagonal, adaptándose a la topografía del terreno. Los muros de su perímetro fueron aprovechados para la delimitación de la finca actual. El resto emergente más evidente es una torre, situada en su ángulo Noroeste. Se trata de una torre cilíndrica de tendencia troncocónica, de 3,70 metros de alzado por 3 metros de diámetro situada sobre el borde del acantilado, realizada a base de mampuestos irregulares trabados con argamasa y enlucida tanto en el exterior como en el interior.
Se aprecia la existencia de una estancia interior toscamente abovedada y restos de aspilleras orientadas al Norte y al Oeste.
Se mantienen en pie algunos muros, sobre todo los que se asientan sobre terreno llano, que cuentan con una buena cimentación y un grosor que en algunos casos se aproximan a 1,80 metros. En el Norte se conserva un paño de muralla realizado en mampostería, que tiene en su ángulo una torre troncocónica con estancia interna, desde donde se dominan los flancos Norte y Oeste por medio de saeteras orientadas en esa dirección.
Los torreones y murallas que bordean la pequeña meseta y sobre el curso del arroyo se han desprendido, apreciándose únicamente las primeras hiladas.
Los lienzos que se disponen al Este son los más importantes del recinto, algunos cuentan con una altura superior a 4 metros. y están fabricados en mampostería muy regular trabada con mortero de buena mezcla. La entrada principal debió situarse en esta zona, pero no quedan restos de ella.
En cuanto a la ordenación interna se advierte aún los arranques de pequeños muros que pertenecían a las estructuras que conformaban los habitáculos.
El interior de la fortaleza fue roturado para aprovechamiento agrícola, destruyendo las dependencias exteriores.
Los materiales arqueológicos documentados durante la intervención indican el inicio de la actividad durante el siglo XVI, siendo posible la existencia de alguna estructura en tiempos inmediatamente anteriores a la conquista cristiana de la zona, en 1485. Los arqueólogos interpretan estos restos como parte de una alquería fortificada de época nazarí, respondiendo su fundación a la intensa explotación agraria de la zona durante esa etapa o vinculada también a las explotaciones mineras existentes en la zona y en activo hasta hace relativamente poco tiempo.
Esta fortificación jugaba un triple papel, como elemento defensivo, económico y social. Su función principal era ejercer el control sobre la población autóctona, así como de las rutas de acceso hacia el interior.
En diciembre de 1569, reinado de Felipe II, se produjo la rebelión de los moriscos de Ojén. El Castillo de esta localidad jugó un importante papel durante esta rebelión.
En 1570 finaliza la guerra y Ojén permaneció totalmente desolado, hasta la llegada de Don Fernando de Solís, que reconstruyó el castillo.