Junta de Andalucía

La denominación de "sevillanas corraleras", o simplemente "corraleras", está vinculada principalmente al espacio donde tradicionalmente han sido interpretadas, los corrales de las viviendas, así como otras denominaciones atienden a múltiples temáticas, como son las regionalistas, las de tipo amoroso, rocieras, bíblicas, boleras, litúrgicas, de feria, etc. Se trata tanto de cante, que presumiblemente deriva de las seguidillas castellanas aflamencadas, y de baile asociado, acompañado del sonido del almirez, la pandereta, los palillos o castañuelas, que son interpretadas en diferentes ocasiones a lo largo del ciclo ritual anual, aunque en mayor medida se identificaan con las Cruces de Mayo en la localidad de Lebrija. Por un lado, sus letras aluden a sucesos de la vida cotidiana, en concreto amoríos y romances, pues tradicionalmente en las fiestas que se celebraban en los corrales se propiciaban noviazgos, siendo frecuentes las metáforas, juegos de palabras y dobles interpretaciones, así como piques entre quienes interpretan las letras, respondiendo unas y otras (en mayor medida mujeres) alternativamente, al tiempo que en ocasiones se improvisaba. Las tonadas que existen para las corraleras son muchas y la característica principal es que siguen un ritmo muy rápido y llevan un estribillo al final, estructuradas en cuatro partes. De estos estribillos existe una amplia gama, que son muy socorridos en el caso de que no se recuerde la parte final de la letra que se está cantando. Es muy característica la voz aguda con la que las mujeres cantan las corraleras y las numerosas interjecciones que se lanzan al final de algunos versos. Por otro lado, se bailan por parejas, salvo excepciones y experimentales combinaciones donde el baile lo ejecuta una formación de más de dos personas al mismo tiempo, al son de las cuatro coplas en que se divide la sevillana. Su compás es de 3/4, es decir, de tres tiempos; de estos tiempos, el primero es fuerte y los dos siguientes son flojos. Se basa, por tanto, en los pasos de las sevillanas, pero con algunas variaciones, ya el ritmo es más acelerado y en los cruces se ejecuta movimientos coreográficos que le confieren un mayor dinamismo.

Hoy día no existe una indumentaria específica para los y las agentes de su ejecución, aunque el mantón o "pico" puede ser una pieza de uso frecuente, junto a flores naturales (claveles principalmente) que lucen en el pelo. No obstante, antaño era común que las muchachas dejaran lucir bajos sus anchas faldas combinaciones con un mayor número de encajes, de modo que fueran vistos con los movimientos coreográficos de vueltas y pases para contribuir al coqueteo.

Los instrumentos de acompañamiento tradicionales son el almirez, la pandereta, los palillos o castañuelas y las palmas, aunque en los últimos años se ha introducido también, aunque en menor medida, la caña rociera, la guitarra flamenca y el cajón, debido a la influencia de la convivencia con el flamenco en Lebrija. El almirez, que es sin duda el elemento más característico, pues su tintineo se apodera de las calles de la localidad durante las largas noches de las cruces, es un tipo de mortero de metal dorado (uno de los "metales" que no faltan en las cruces), cuya funcionalidad cotidiana es la de machacar especias. Su especial repiqueteo se obtiene golpeando en su interior con la maja por medio de un movimiento de muñeca, a veces rotativo, a veces de arriba a abajo. La pandereta está formada por dos aros superpuestos, provistos de sonajas o cascabeles y cuyo vano está cubierto por uno de sus cantos, o por los dos, con piel animal muy lisa y estirada. Se toca sujetando el instrumento en vertical con una mano, mientras que las puntas de los dedos de la otra resbalan por el cuero, terminando el movimiento con un golpe seco del dedo pulgar, lo cual, unido al rápido ritmo de las corraleras, requiere de una gran habilidad y experiencia.