Cuando el agua ha alcanzado los veinte grados en los calentadores se distribuye por medio de canalizaciones de PVC negro a las diferentes balsas de evaporación. Se deja pasar una pequeña cantidad de agua, suficiente como para que cubra completamente la balsa con dos o tres centímetros de agua. Dada la escasa cantidad de agua, las cubiertas plásticas de color negro, que impermeabilizan las balsas y contribuyen al aumento de la temperatura, y el calor, provocado por la insolación directa durante los últimos meses de primavera y durante el verano, la evaporación total puede tener lugar en menos de cinco días. Cuando esto ocurre, se dice que "ha cuajado la sal".
"Cuando cuaja la sal" se vuelven a llenar las balsas con una nueva capa de agua salobre procedente de los calentadores. La operación se repite tantas veces como sea necesaria hasta que el fondo de las balsas se cubre con varios centímetros de sal pura.
El número de riegos necesarios y la frecuencia de los mismos varían de acuerdo con la temperatura ambiental, la insolación recibida durante el verano y la ausencia o no de lluvias. Cuanto más alta es la temperatura más frecuentes son los riegos y las pozas se llenan de sal con mayor rapidez.
Este proceso se ha modernizado y mecanizado cuanto ha sido posible, por ser el más duro y el que mayor mano de obra requería. Actualmente se realiza con un tractor que, provisto de una pinza mecánica de grandes dimensiones, levanta un extremo de los plásticos que cubren las balsas de tal modo que la sal solidificada de acumula en el otro extremo. Este proceso se repite en todas las balsas y cuando ha finalizado, el mismo tractor, provisto ahora de una pala mecánica, recoge la sal y la transporta a la nave vecina.
La sal suele llegar en forma de grandes terrones que se pueden romper con las manos, pues están formados por granos de pequeño tamaño. En cualquier caso es necesario deshacer los terrones para poder envasar la sal.
Con la ayuda de una pala, el salinero vierte la sal en una cinta sin fin que la pasa por un pequeño molino que la disgrega, en caso de que se quiera obtener sal fina, este mismo molino la molería. A continuación y siguiendo siempre la cinta mecánica, se añaden ciertos productos para evitar una nueva solidificación de la sal y se envasa el producto en bolsas de distinto formato.
Restauración de las balsas.
Con la llegada la primavera y el término de las lluvias de invierno, se vacía el agua que ha cubierto las salinas desde el otoño anterior, ya que de este modo se evitan fracturas en las piedras que forman las balsas a causa de las heladas. Se observa si la construcción necesita alguna reparación, como la sustitución o colocación de alguna piedra, tanto en las pareces como en los fondos de las pozas, cerrar posibles filtraciones, etc. No obstante, por lo general requiere pocas reparaciones o ninguna.
A continuación se dispone un plástico negro de grandes dimensiones que cubre todo el fondo de las balsas y contribuirá significativamente a la evaporación del agua y la contención de la sal.
El agua salobre de la que se extraerá la sal se ha ido acumulando durante el invierno en un pozo abierto en la parte superior de la explotación, dicho pozo permanece cerrado durante todo el año para evitar la entrada de suciedad y sólo por mayo vuelve a abrirse para extraer agua y pasarla a los calentadores.
El agua sale a unos ocho grados centígrados de temperatura por lo que es necesario aumentar su temperatura. Para ello es dirigida hasta uno de los dos calentadores a través de canalización de PVC negro expuestas al sol, de modo que su temperatura aumenta uno o dos grados en el recorrido, dependiendo del nivel de insolación. En dichos calentadores, que tienen una profundidad de más de un metro y medio, se acumula el agua hasta que alcanza una temperatura aproximada de veinte grados, momento en el que se vierte a las balsas.
El propósito último es que el agua llegue a las balsas lo más caliente posible, para acelerar el proceso de evaporación del agua y solidificación de la sal.