El trabajo del carbonero comienza con la poda y la tala de los árboles que se utilizarán para la combustión. La leña mejor es la de encina, que arde bien con pocos gases y no da humo, aunque se utiliza también el alcornoque, el olivo y el eucalipto. La leña de encina se recoge principalmente en la finca El Berrocal, propiedad de la Junta de Andalucía, siendo una actividad regulada por un convenio con la Consejería de Medio Ambiente. Una vez recogida, la madera se corta en trozos pequeños y manejables, separando los palos gordos de las taramas.
Posteriormente se traslada la leña hasta el enclave de la carbonera donde están ubicados los hornos. Hay cuatro hornos en total, aunque uno está en reparación. Los hornos son de forma rectangular, dos de siete metros de ancho y otros dos de seis metros, de ladrillos y de cubierta y puerta de chapa. Han sido construidos por el mismo propietario con la ayuda de amigos.
La colocación de la leña es muy importante. Primero se prepara el "catre", colocando los trozos grandes sobre una fila de ladrillos que recorre toda la extensión del horno para que el aire pueda en la base del horno. Sobre el catre se colocan los demás trozos, cruzados entre sí para permitir el flujo de aire y de la forma más compacta posible. Normalmente, junto a las boquillas de ventilación se coloca la leña más gruesa "para que no se quede cruda". Los huecos que quedan se rellenan con los palos más menudos. Ya está todo listo para comenzar la cocción.
Una vez colocada la madera, se procede a encender el horno utilizando cerillas y una bolsa de papel. Transcurridos cinco o diez minutos, el horno se tapa completamente. Para controlar la carbonización se utiliza un sistema de ventilación compuesto por seis boquillas de metal colocadas en las paredes del horno y un ventilador a motor, ubicado en la parte final del horno, que permite distribuir uniformemente la llama disminuyendo el tiempo de cocción e incrementando el resultado. El carbonero controla continuamente el proceso, ya que obtener y mantener un sellado efectivo contra el aire y una buena circulación es crucial para obtener un buen resultado final.
El tiempo de cocción dura aproximadamente doce horas. Se suele empezar a las siete de la mañana y se acompaña al proceso hasta su finalización. Los hornos no se prenden todos a la vez, ya que una sola persona no podría realizar todo trabajo, por eso se van alternando las tares.
Cuando el carbón está hecho, se tapan completamente todas las boquillas con barro para que no entre aire, facilitando que el horno se apague. Transcurrido cincos días, el horno está frio y se puede abrir para extraer el carbón.
Una vez abierto el horno, se saca el carbón con una pala, separando el carbón de los tizones. El carbón es trasladado a la nave donde se procede a envasarlo mediante un sistema "casero" elaborado por el mismo carbonero, consistente en un conducto conectado a una compuerta, accionada a pedal, que permite llenar las bolsas de carbón con más facilidad y en menor tiempo. Cuando se ha llenado un número suficiente de bolsas con capacidad de doce litros, un camión pasa a recogerlas, llegando a trasportar un total de mil trescientos cincuenta bolsas.